Con una prosa sutil, elegante y penetrante Yoko Ogawa nos muestra un mundo atemporal en una isla de la que no sabemos nada. Con un ritmo muy lento y muy característico de la literatura japonesa. Pero esa corriente que transcurre bajo sus palabras es lo que te anima a seguir leyendo porque, aunque dejes de leer varios días, nunca pierdes el hilo de la lectura. Cada acontecimiento, cada monólogo y cada aparición de personajes externos nutren la historia principal y te deja los pelos de punta. De las cosas que más llama la atención de esta historia es como les obligan a olvidar los calendarios y sumirse en un profundo invierno. Además, las profundas, y que no extensas descripciones, te permiten ver mucho más allá de las simples palabras. En esta novela, si hemos leído ya 1984, nos recordará en cierta medida a la gran obra de George Orwell, además, el estilo narrativo está influenciado por el escritor modernista Franz Kafka. La sensación que deja la lectura del libro, en su mayor parte es de una angustia claustrofóbica pero sin llegar a asfixiar puesto que la prosa incita a seguir leyendo para saber qué pasa después. Aunque pueda resultar chocante leer estas palabras, en conclusión no ha sido para nada una lectura mala ni pesada. Al contrario, muy beneficiosa y satisfactoria.
En una pequeña isla se produce un misterioso fenómeno. Un día desaparecen los pájaros, al siguiente podría desaparecer cualquier cosa: los peces, los árboles… Peor aún, también se desvanecerá la memoria de ellos, al igual que las emociones y sensaciones que llevaban asociadas. Nadie sabrá ni recordará entonces qué eran. Hay incluso una policía dedicada a perseguir a los que conservan la capacidad de recordar lo que ya no existe. En esa isla vive una joven escritora que, tras la muerte de su madre, intenta escribir una novela mientras trata de proteger a su editor, que está en peligro porque forma parte de los pocos que recuerdan. La ayudará un anciano al que empiezan a fallarle las fuerzas. Mientras, lentamente, nuestra protagonista va dando forma a su novela: es el relato de una mecanógrafa cuyo jefe acaba reteniéndola contra su voluntad en un altillo. Una obra sobre el poder de la memoria y sobre la pérdida.
Los habitantes de la isla sin nombre, viven bajo un régimen opresivo de la policía de la memoria. La gente irá experimentando gradualmente una pérdida de memoria pero de elementos aleatorios, como las rosas, los pájaros o las fotografías. La Policía de la Memoria al mínimo indicio de que cualquier habitante no consiga desvanecer de sus recuerdos aquello que se ha estipulado que se debe olvidar, aparecerá para llevarse a esa persona. La mayoría de la gente se deja llevar por esa amnesia pero qué pasa con los que no pueden. Los inmunes al fenómeno representan una amenaza y deben ser eliminados. La trama principal gira en torno a una mujer, que además es escritora, y de cómo de una manera muy impetuosa trata de ocultar a una de estas personas inmunes en un anexo construido debajo de su casa, un búnker que nos recordará a El diario de Ana Frank.
En cierto sentido, este proceso selectivo de borrado de memoria ciudadana nos recuerda al proceso que hubo y que hay en menor medida a día de hoy en Japón y es que en los últimos años, se propuso la reedición de los libros de historia japonesa obviando la primera mitad del siglo XX. Con esto podríamos decir que los crímenes de la Segunda Guerra Mundial quedarían olvidados de la mente de los japoneses. A principios de los años noventa, fueron muchas las mujeres coreanas las que denunciaron ser víctimas de la esclavitud sexual a las que les sometían los japoneses. Este drama, aún poco conocido en Occidente, fue y sigue siendo motivo de polémica. Pero esto, sin embargo, aunque ya es bastante atroz de por sí, no es nada comparado con las atrocidades que realizaron los japoneses a chinos, coreanos y del sudeste asiático. Japón tuvo que pagar caro los crímenes de la guerra. Todavía hoy en día, Japón, aunque no niega rotundamente estos hechos, la polémica siempre la trae de la mano. En el año 2000, se publicó el Nuevo Texto de Historia pero, por sentido común, fue rechazado por casi todos los distritos escolares japoneses.
Aunque puede parecer una lectura lenta, tediosa y claustofóbica. El transcurso de los acontecimientos hace que veas con otros ojos la historia. Con una prosa muy sutil y elegante la autora nos transporta a una isla donde los habitantes van perdiendo la memoria selectiva de una forma progresiva. En definitiva, resulta una lectura de lo más gratificante.
