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Querido personaje de ficción, hablemos de tu tránsito intestinal

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Agarraos a vuestros asientos, abrid bien vuestras mentes repletas de historias y atended al debate que os proponemos a continuación, porque de bien seguro que algo tendréis que decir. Esta semana le dedicamos la entrada a todos esos lectores que alguna vez nos hemos topado con una pregunta tan existencialista como la que nos ocupa y nos ha hecho preocuparnos en cierta medida.

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Porque queridos lectores, la entrada de hoy tiene que ver ni más ni menos que con los personajes que pululan por nuestras novelas. Esos héroes que nos han hecho reír, llorar, estremecernos y preocuparnos por ellos, que se han enfrentado a mil batallas, han sangrado lo indecible o han protagonizado el mejor romance del año… ahora nos toca a nosotros. Porque si bien es cierto que viven todo tipo de aventuras, también lo es que… ¿no van nunca al baño?

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Pues sí. Mi pregunta es ésa. ¿Qué pasa con la literatura actual, que nunca sabemos si nuestros personajes están satisfechos con su tránsito intestinal? Pueden vivir batallas, enamorarse y morir en el intento, ser reencarnaciones de dioses o incluso propios series fantásticos, reclamar un imperio o pilotar una nave generacional a la deriva del espacio, combatir con hordas de androides genocidas, enfrentarse al examen de instituto que cambiará sus vidas… que no rondarán por unos baños públicos a vaciar la vejiga, mucho menos la compuerta de atrás. ¿Qué es este falso pudor…?

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Llevamos años viviendo en un mundo literario donde el tabú se encuentra en las necesidades fisiológicas. Pocas veces he podido leer que algún personaje orinaba, mucho menos defecaba, y hasta ahora me parecía algo totalmente normal. Hará unos años me planté ante la Romántica Adulta, un género que me encanta, y aquí cambió mi percepción; ya sabemos que dicho género posee múltiples escenas dedicadas al sexo, muchas explícitas, otras tantas tórridas, algunas son tan gráficas descriptivamente que acaban siendo la peor de tus pesadillas, pero el sentirse bien por fuera tras expulsar lo que tu cuerpo no necesita… sigue muchas veces entre bambalinas.

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¿Por qué hay tantos autores que van de comedidos? Mi caso más extraordinario es con el género comentado arriba, el adulto. Mi imaginación está curada de espantos y cualquier escena de sexo, sea salvaje o no, no me quita el sueño, pero sí que me reconcome que, tras leer pasajes enteros de vergas prominentes y ardientes penetrando sin pudores a la protagonista de turno, ¡nadie vaya al baño!. Se puede pensar que es muy íntimo hablar de heces. Sí. Que no quede bonito estéticamente, también. Pero… ¿hay algo más personal que leer cómo la protagonista alcanza el mejor orgasmo de su vida? Por favor, pensémoslo detenidamente: Es absurdo.

Y luego, claro está, mi desasosiego se incrementa cuando me encuentro con algunos casos que tienen personajes realistas. Hablo de Stephen King, que ofrece escenas totalmente interesantes sobre un chico defecando y sus compañeros detrás hablándole de las virtudes de la fibra mientras se enfrentan al concurso de sus vidas (La larga marcha); los mundos postapocalípticos de James Dashner, donde a los muchachos les gusta llamar a sus heces «clonc» porque es el ruido que hacen al caer (El corredor del laberinto); astronautas de Andy Weir que, perdidos en Marte, utilizan el abono de sus heces para cultivar patatas (El marciano), e incluso la protagonista carismática de Darynda Jones, que suele visitar con frecuencia el aseo, aunque solo para alegrar la vejiga (Primera tumba a la derecha). Aún sé de pocos ejemplos específicos, no sé si vivo en un mundo alternativo literario sobre intestinos o es que  hay muchos personajes que sufren en silencio los pudores de sus escritores…pero no nos podemos rendir, ¡dejemos que los personajes hagan pipís y popós!.

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No quiero pareceros ahora amante de la coprofilia, pero realmente me inquieta esta falsa decencia por no mostrar algo tan natural como es ir al lavabo, sea para algo menor o mayor. Nos gusta leer romance, nos gusta leer escenas de sexo, nos encanta leer sobre guerras, masacres o batallas intergalácticas, nos asombran las descripciones de gente siendo destripada o mutilada, nos chifla que la sangre nos salpique y que ese personaje despreciable muera entre terribles sufrimientos, nos encandilan párrafos extensos de miles de adjetivos para enfatizarlo todo, pero no concebimos que el baño aparezca en una página a modo de relleno. No reclamo ahora que todos los autores se despeloten y expliquen gráficamente cómo son sus desechos (no, de verdad, gracias), pero creo que no estaría de más hacer los personajes un poco más creíbles, aunque fuera de manera puntual o muy por encima.

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Acerca de la autora
Periodista, creadora de contenidos y bloguera de literatura. Me encanta el buen cine de terror y las distopías fatalistas. Mis (seis) gatos y el color rosa me definen.
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